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lunes, 23 de noviembre de 2020

Es curioso lo que es la vida.

Pasan los años y creías que las cosas serían diferentes, que esas motivaciones que tenías en su momento se irían terminando, y curiosamente, ahora son más intensas, fuertes, provocadoras y retadoras.
Parecía que esas relaciones que por diversas razones se terminaron no volverían a poder producirse con otras personas, y resulta que ahora son más reales, más sinceras y plenas de amor y cariño, y de perversión.

Cuando era joven veía el futuro como algo que me alimentaba cada día, como un reto para cambiar y desde luego sin ponerme límites a lo que hacer o poder conseguir. Quizás era tan inocente que, sin saber el nombre de las cosas, creía que todas las personas se relacionaban en la intimidad de la misma manera.

Fue sorprendente descubrir, años después, que las palabras existían para una serie de comportamientos que me definían como un ser enfermo y perverso. Conceptos que durante años la psicología usaba para definir la realización de prácticas consensuadas.

Había vivido muchas cosas en aquellos momentos, y me preguntaba

-Si mi mujer disfruta tanto, soy idiota o están equivocados.

Me consideraba un hombre normal, con gustos normales, quizás porque siempre mis parejas habían disfrutado tanto como yo podía hacerlo en cada momento.

El nacimiento de internet me permitió conocer a muchas personas, algunas de ellas amistades personales en la actualidad.

Conversaciones donde encontré a hombres y mujeres, unas veces inseguros y otras que miraban su ombligo, eran el centro del universo.

Aprendí a diferenciar la paja y a las personas, o al menos lo intenté.

Procure comprender las sensaciones, deseos, motivaciones, miedos, que hombres y mujeres llevaban en el corazón. Como yo llevaba todo eso en mi alma.

Y, sobre todo, me di cuenta que este mundo no es diferente del que llamamos vainilla. Hay personas buenas y malas, aquí, estas últimas más peligrosas.

Evolucionaba con los años, con las relaciones, pero sobre todo con la interacción real con las personas que me llegaron a llamar Amo.

No soy perfecto, tengo mi carácter, mi mucho carácter, pero siempre he procurado no hacer daño a nadie, ni física ni mentalmente. He intentado ser claro, sincero y jamás he mentido siendo consciente de ello.

He intentado ayudar a quien ha pedido mi opinión sincera. No me gusta imponer mi verdad, pero, como cada persona, tengo mi verdad. Y mientras no me demuestran lo contrario, creo en mí mismo.
Y la vida seguía, los años nos hacían mirarnos al espejo y no te creías que empezaban a salir arrugas y ojeras porque tu mente se veía más intensa, más fuerte.

Llegaron momentos duros en lo personal, en lo físico y en lo profesional. Y seguro que cometí muchos errores, pero también me esforcé en superarlos sin que otras personas fueran dañadas.

Y te replanteas si merece la pena vivir de este modo.

Tienes que asumir que cuando la vida te presenta a ti mismo ante el espejo, es mejor vivir solo que sufrir en relaciones en las que tendrías que ocultar parte de tu personalidad engañándote a ti mismo y a quien estuviera a tu lado.

Y, la vida es tan curiosa, que cuando tienes asumido el cambio te presenta la oportunidad de volver a ser lo que siempre has sido, uno mismo.

Conocer a personas a las que tu corazón le llenan de alegría, sonrisas.

Vivir de nuevo con intensidad, sabiendo que no se puede desperdiciar un segundo de cada día, porque nunca se sabe que va a ocurrir al día siguiente.

Y buscas retos, desafíos que te hagan crecer.

Sientes que tienes la necesidad, la obligación, que tu vida te ha hecho como eres y debes darle las gracias por haberte aceptado.
Y buscas retos, y vivir intensamente.

La edad es un número que marca a los que te quieren conocer, no a quien la tiene.
Muchas personas no pensaran como yo, lo respeto.

Aprendes que todos somos egoístas, y que nuestras ideas siempre creemos que son las mejores y las que valen en la vida.

Pero la vida es así, ninguna es mejor o peor, es la nuestra.

Lo importante es que nos valga a nosotros para ser mejores personas.





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