Pasan los años y creías que las cosas serían diferentes, que
esas motivaciones que tenías en su momento se irían terminando, y curiosamente,
ahora son más intensas, fuertes, provocadoras y retadoras.
Parecía que esas relaciones que por diversas razones se terminaron no volverían
a poder producirse con otras personas, y resulta que ahora son más reales, más
sinceras y plenas de amor y cariño, y de perversión.
Cuando era joven veía el futuro como algo que me alimentaba
cada día, como un reto para cambiar y desde luego sin ponerme límites a lo que
hacer o poder conseguir. Quizás era tan inocente que, sin saber el nombre de
las cosas, creía que todas las personas se relacionaban en la intimidad de la
misma manera.
Fue sorprendente descubrir, años después, que las palabras existían
para una serie de comportamientos que me definían como un ser enfermo y
perverso. Conceptos que durante años la psicología usaba para definir la
realización de prácticas consensuadas.
Había vivido muchas cosas en aquellos momentos, y me
preguntaba
-Si mi mujer disfruta tanto, soy idiota o están equivocados.
Me consideraba un hombre normal, con gustos normales, quizás
porque siempre mis parejas habían disfrutado tanto como yo podía hacerlo en
cada momento.
El nacimiento de internet me permitió conocer a muchas
personas, algunas de ellas amistades personales en la actualidad.
Conversaciones donde encontré a hombres y mujeres, unas
veces inseguros y otras que miraban su ombligo, eran el centro del universo.
Aprendí a diferenciar la paja y a las personas, o al menos
lo intenté.
Procure comprender las sensaciones, deseos, motivaciones,
miedos, que hombres y mujeres llevaban en el corazón. Como yo llevaba todo eso
en mi alma.
Y, sobre todo, me di cuenta que este mundo no es diferente
del que llamamos vainilla. Hay personas buenas y malas, aquí, estas últimas más
peligrosas.
Evolucionaba con los años, con las relaciones, pero sobre
todo con la interacción real con las personas que me llegaron a llamar Amo.
No soy perfecto, tengo mi carácter, mi mucho carácter, pero
siempre he procurado no hacer daño a nadie, ni física ni mentalmente. He
intentado ser claro, sincero y jamás he mentido siendo consciente de ello.
He intentado ayudar a quien ha pedido mi opinión sincera. No
me gusta imponer mi verdad, pero, como cada persona, tengo mi verdad. Y
mientras no me demuestran lo contrario, creo en mí mismo.
Y la vida seguía, los años nos hacían mirarnos al espejo y no te creías que
empezaban a salir arrugas y ojeras porque tu mente se veía más intensa, más fuerte.
Llegaron momentos duros en lo personal, en lo físico y en lo
profesional. Y seguro que cometí muchos errores, pero también me esforcé en superarlos
sin que otras personas fueran dañadas.
Y te replanteas si merece la pena vivir de este modo.
Tienes que asumir que cuando la vida te presenta a ti mismo
ante el espejo, es mejor vivir solo que sufrir en relaciones en las que
tendrías que ocultar parte de tu personalidad engañándote a ti mismo y a quien
estuviera a tu lado.
Y, la vida es tan curiosa, que cuando tienes asumido el
cambio te presenta la oportunidad de volver a ser lo que siempre has sido, uno
mismo.
Conocer a personas a las que tu corazón le llenan de alegría,
sonrisas.
Vivir de nuevo con intensidad, sabiendo que no se puede
desperdiciar un segundo de cada día, porque nunca se sabe que va a ocurrir al
día siguiente.
Y buscas retos, desafíos que te hagan crecer.
Sientes que tienes la necesidad, la obligación, que tu vida
te ha hecho como eres y debes darle las gracias por haberte aceptado.
Y buscas retos, y vivir intensamente.
La edad es un número que marca a los que te quieren conocer,
no a quien la tiene.
Muchas personas no pensaran como yo, lo respeto.
Aprendes que todos somos egoístas, y que nuestras ideas
siempre creemos que son las mejores y las que valen en la vida.
Pero la vida es así, ninguna es mejor o peor, es la nuestra.
Lo importante es que nos valga a nosotros para ser mejores
personas.